UN TESTIMONIO DE FE, RESISTENCIA Y AMOR POR ESPAÑA.
25 de marzo de 2025. Día de la Anunciación a nuestra santísima Madre.
A continuación, el texto íntegro.
¡Feliz martes a todos! ¿Quién nos pudo decir una fría tarde de noviembre de 2023 que 500 días después seguiríamos todos nosotros rezando el Santo Rosario en Ferraz? Mucho ha pasado desde entonces. Algunos seguís aquí desde el primer día, unos cuantos se han ido y otros se han ido sumando con el paso de los meses.
Me acuerdo perfectamente de ese 12 de noviembre de 2023. Mi vida era muy diferente. Estaba en casa de unas amigas y me llegó un mensaje por Twitter. Decia: “hemos pensado rezar un Rosario a las 19:30. ¿Te apuntas”. No pude decir que no. Entré en el grupo de whatsapp y fui el último en llegar. Había otros cinco jóvenes.

Eran las 18:30 y estaba nervioso, no os lo puedo negar. Por un momento se me había olvidado rezar el Ave María y el Padre Nuestro. Hay algún vídeo del primer día en el que se me ve mirando el móvil rezando un Padre Nuestro. ¡Madre mía!
Sin embargo, no pude decir que no. Hay llamadas, que una vez que llegan, solo vale un sí. No hay un motivo humano, simplemente te entregas. De nada valía protestar y decir que nunca se hacía nada, por redes sociales, si luego a la hora de la verdad te echabas para atrás. Me jugaba mucho, pero uno nunca puede decir que no a la Virgen.
El Rosario de Ferraz nació en un contexto complicado. Fruto de una protesta en la que incluso muchos de los que estaban en esos momentos por esta zona nos gritaban que nos fuéramos. “Iros dentro del templo” y alguna cosa más fuerte que no voy a reproducir.
Pero nos dio igual. Nosotros amamos a España. La queremos desde un sentido fecundo. Y por ello sabemos que España no se entiende sin la Cruz, que España es Tierra de María. Sabemos que de nada vale llevar una bandera de España en la muñeca, llamarnos patriotas o “gritar viva España” si renegamos de nuestra razón de ser o hacemos como si esas raíces no existen o las hacemos descafeinadas.

España no es un solo un territorio. Nuestra patria es principalmente una misión. Una misión que comenzó junto al río Ebro en la primera aparición mariana de la Historia o en el tercer concilio de Toledo. Una unidad de destino en lo Universal.
España esta intrínsecamente ligada a la Fe católica. Lo vimos con los visigodos, durante la Reconquista, con los Reyes Católicos, en Lepanto, en el Concilio de Trento y en todos aquellos momentos más decisivos de nuestra historia. Siempre que España ha estado en una grave crisis existencial, la Cruz y la Fe católica han estado perseguidas. Pero también en los momentos de grandeza y esplendor de nuestra patria, Dios y su Purísima Madre han estado en el centro. Siempre.
La situación que vivimos es muy complicada. Estamos ante una situación límite. Algunos pensadores han advertido que es la primera vez en la historia que se intenta construir una civilización al margen de la religión. Nuestras sociedades opulentas, hedonistas y relativistas nos han abocado al peor de los escenarios: al nihilismo. Es decir, al vacío, a la nada más absoluta. Una ausencia que esta sociedad del espectáculo nos trata de llenar con ruido, con la promesa del becerro del oro, con toda clase de drogas o con la liberación sexual más abyecta.
El cristianismo, la Fe verdadera, está siendo fuertemente atacado. Desde unos textos que dicen que España es aconfesional, cuando en verdad lo que pretenden hacer es de nuestra patria un lugar ateo y anticristiano, a unas plutocracias que han olvidado gobernar para el bien común. Desde los centros de poder se legisla contra el derecho natural y la ley de Dios. Aborto, eutanasia, ideología de género o la destrucción de la familia. Un sinfín de aberraciones que solo buscan corromper nuestras almas y condenarnos al infierno.

Y es por todo ello por lo que hemos estado aquí 500 tardes. Con frío, calor, con lluvia o a 40 grados. Todos los días. Sin excepción. No por luchas banales, sino por la mayor de las batallas: la del bien contra el mal. La guerra espiritual en la que estamos inmersos y que sabemos que va mucho más allá de un gobierno o de un partido político.
En esta contienda, la Virgen nos dio una misión a todos los católicos; rezar el Santo Rosario todos los días. Un arma, la más eficaz contra los demonios, que, por cierto, se la entregó al español Santo Domingo de Guzmán.
Todos nosotros hemos escogido la lucha más importante, aquella por la que merece la pena dar nuestra vida y nuestros esfuerzos, pero también la más incomprendida. Hemos emprendido una revuelta quijotesca contra molinos de viento. Siguiendo a Unamuno estamos intentando la santa cruzada de rescatar a sepulcro del Caballero de la Locura del poder de los hidalgos de la razón.

Nos quieren muy callados. Que vivamos nuestra Fe pero desde el más oscuro silenciamiento e intimidad. Pretenden que nos avergoncemos de Cristo y que vivamos como si Dios no existiera. Pero olvidan que la Fe tiene que ser pública. Precisamente porque es un don tenemos el deber de compartirlo con los demás. Y en todo esto, los laicos tenemos un papel irrenunciable.
Por suerte, el diablo, a pesar de sus multas, desprecios, insultos y toda clase de tretas no ha conseguido amordazarnos. No ha logrado que nos escondiéramos ni que dejáramos de rezar en este atrio. Porque obedecemos a Dios antes que a los hombres y no tenemos miedo a nada ni a nadie. Contra la tiranía solo cabe el derecho de resistencia. Que tengan claro que solo servimos a Cristo Rey e intentamos tener como modelos a los miles de santos y mártires que dieron su vida en defensa de la Fe y por no plegarse a los deseos de los poderes o a las tentaciones mundanas.
Todo esto lo habéis conseguido sin medios de comunicación y sin ninguna clase de publicidad. Aquí no veréis a periodistas ni cámaras de televisión. No les interesa que la gente sepa que en una esquina de un Santuario de Madrid un grupo de católicos se reúne cada tarde para rezar por nuestra patria. Ni siquiera en el día 500. No nos dan voz. Nadie. Pero nos debe dar igual. Con solo un megáfono y dos teléfonos móvil para YouTube e Instagram se ha conseguido que varios miles de personas recen unidas el Rosario. A contracorriente, con la crítica de todos y algunas con bala amiga. Pero Ella está con nosotros. La Virgen nos ayuda y solamente esto explica que sigamos aquí después de tanto tiempo.
Los frutos han sido inmensos. Muchos no los puedo contar y otros están a simple vista. Ha habido más de una decena, que yo sepa, de conversiones, varias bodas, bautizos y personas que, próximamente, van a dar el paso para recibir el sacramento de la Confirmación. Os prometí el domingo que tenía que contaros algo. Lo prometido es deuda y no hay mejor dia para contarlo que el de la Anunciación. El sábado por la noche, una mujer, Laura, me contó que cuando iniciamos los rezos públicos ella empezó a rezar el Rosario. Nunca antes lo había hecho. En aquel momento tenía 52 años y por ciertos motivos pidió a la Virgen quedarse embarazada. Pues bien, el próximo mes de junio, Dios mediante, tendrá su hijo con 53 años.

Nada es imposible si confiamos en nuestra Madre del Cielo. Absolutamente nada. Únicamente hay que tener Fe. Y precisamente esto es lo que nos quieren arrebatar: nuestro mayor tesoro.
Frente a esto, necesitamos a una Iglesia despierta, valiente y que entienda que su lugar no está en plegarse a las órdenes de unos tiranos que pretenden tirar cruces o mandan desterrar a aquellos religiosos que les resultan incómodos. Ese acto de cobardía solo nos puede llevar a la autodestrucción y alimenta a un Minotauro que no parará hasta ver todo templo cerrado y cristiano perseguido.. San Pablo nos marcó el camino: “Nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal en las alturas”.
Ya termino. Cristo y la Virgen nos han llamado a tomar cada uno nuestra propia cruz y empuñar el Santo Rosario hasta la victoria final. No podemos ser simples espectadores que miran indiferentes ante la degeneración del mundo. Nuestra vida aquí, que no es otra cosa que una peregrinación hacia nuestra Patria Celestial, debe ser de lucha militante por el Bien, la Verdad y la Belleza.
Hasta el último aliento. Hasta el día que Dios nos llame a su seno y podamos decirle que, con nuestros pecados, hemos hecho todo lo posible para mantenernos firmes en su mensaje. No tengáis miedo, que la victoria es ya nuestra. Y el demonio, que lo sabe, lo único que busca es condenar más almas al infierno.
Sigamos adelante sin dar un solo paso atrás.
¡Por Cristo y por María! ¡Por la Fe y por España! Sin miedo a nada ni a nadie. Christus Vincit, Christus regnat. Christus Imperat.